Enfoque
La aparición y consolidación de las tecnologías digitales, la proliferación de canales y plataformas, la multiplicación de proveedores de información, la abundancia comunicativa y el aumento de la competencia entre los medios (Casero-Ripollés, 2018), dibujan un escenario idóneo para la difusión de noticias falsas.
Asistimos a un contexto adverso marcado por el desprestigio de las élites y las instituciones públicas y por la creciente tendencia de la ciudadanía a informarse a través de las redes sociales, mucho antes que por los medios de comunicación tradicionales (Shearer y Gottfried, 2017). Se dibuja un caldo de cultivo perfecto para los productores de fake news, que aprovechan la instantaneidad, la interactividad, la viralidad e incluso el anonimato que favorecen las redes sociales (Vosoughi, Roy y Aral, 2018). Así mismo, la implosión de la inteligencia artificial (Chessen, 2017) en el discurso digital podría ser un factor añadido de desprotección de la esfera pública ante el uso invasivo de la mentira.
En este escenario, la desinformación amenaza la estabilidad de las instituciones públicas y pone en peligro el futuro de la democracia. Es y ha sido centro de atención de los teóricos de la comunicación y del periodismo desde hace décadas (Burnam, 1975; Galdón, 1994). Definida como una acción en la que el emisor tiene el firme propósito de ejercer algún tipo de influencia y control sobre sus receptores para que éstos actúen conforme a sus deseos (Rodríguez Andrés, 2017), la desinformación se instala como estrategia comunicativa que afecta a múltiples dimensiones sociales como el sistema político, las relaciones internacionales o los asuntos públicos derivados de la salud (Brennen et al., 2020). En los últimos tiempos, ha sido protagonista del discurso populista en procesos electorales, en los conflictos relacionados con la inmigración o en los discursos sobre la unidad territorial.
Otra gran amenaza para la democracia es el populismo. El informe publicado por The Guardian (2019) sobre una muestra de 40 países constata que el número de líderes populistas se ha duplicado en el siglo XXI. En el ámbito de la comunicación política, el fenómeno de la desinformación se asocia especialmente al crecimiento de fuentes informativas alternativas vinculadas al populismo y la derecha radical, que multiplicaron el caos y la confusión a través de la información (Bennett; Livingston, 2018) con consecuencias democráticas altamente perjudiciales.
En la Unión Europea han aumentado las posiciones populistas que pueden comprometer la democracia; se han impuesto en Italia, Francia, Bélgica, Hungría o Austria y son segunda fuerza en Alemania, Polonia o Países Bajos. Toman como modelo la democracia «iliberal» y, aprovechando la mala imagen del neoliberalismo, difunden actitudes racistas, xenófobas, ultranacionalistas e islamófobas que perjudican la democracia y el estado de derecho. Los populismos ensalzan la nación y rechazan el federalismo o la “supranacionalidad”. La Unión Europea es considerada su principal rival porque protege a las minorías y rechaza todo tipo de discriminaciones. La corriente más exacerbada corresponde a la campaña electoral de Donald Trump como candidato del partido republicano y presidente de EEUU, basada en la denuncia de fraude de las elecciones (Pérez Curiel et al., 2021). Un político que gestionó la comunicación como líder y presidente a golpe de tuit (Pérez Curiel; Limón Naharro, 2018), recurriendo a bulos y teorías conspiranoicas y continúa abanderando el discurso de odio contra la candidata demócrata, Kamala Harris, de cara a las elecciones de EEUU (2024).
La capacidad viralizadora de las plataformas digitales posibilita que sus mensajes lleguen a un mayor número de personas de forma rápida y sencilla (Bartlett, 2014; Elmer, 2013) e incluso que puedan acceder a la agenda mediática más fácilmente (Casero-Ripollés; Feenstra; Tormey, 2016). Este aspecto resulta de gran utilidad para los actores políticos populistas dada la dificultad que tienen para difundir e introducir sus propios temas y enfoques en la sociedad.
La influencia de estos populismos en la configuración de la agenda pública europea y las sinergias con otros populismos de ámbito mundial ha sido latente, con una presencia continuada, activa y a su vez disruptiva en torno a la estabilidad de la democracia (Levitsky; Ziblatt, 2018). A partir de modelos estratégicos de comunicación digital que no dan pie a la improvisación, los líderes, partidos y gobiernos populistas han construido un relato basado en altas dosis de polarización, desinformación, conspiración o sentimientos, que se ha hecho viral en las redes sociales.
Este simposio invita a participar con comunicaciones que analicen el fenómeno de los populismos y el impacto de la desinformación en el contexto de una esfera pública expuesta a un cambio constante, marcado en los últimos tiempos por las tecnologías avanzadas y la inteligencia artificial.
Líneas de investigación:
- Desinformación y Populismos
- Desinformación e Inteligencia Artificial
- Comunicación Institucional Pública ante el impacto de la desinformación
- La Unión Europea frente a la desinformación
- Factchecking. Agencias y organismos para la verificación de noticias
- Patrones y estrategias de comunicación del discurso populista en el ámbito internacional
- Populismo de Extrema Derecha. Nuevos actores en la agenda pública europea y mundial
- Lenguaje emocional, discurso del odio y retórica populista
